Hubo días en que pasé hambre
y llenaba las vísceras
con manantiales de lavatorio
a veces para engañarme
me decía que era martes y no viernes
ahí están como evidencias
los poemas heroicos
en los baños públicos
el pavor secreto
de las plazas soleadas.
Desde el hotel Helvetia
me asomaba a diario
como un misántropo
a otear los cascos acerados
de la estación Júlio Prestes.
Algo debió nacer o morir ahí
en esos lentos atardeceres
un retazo de mi voz
de mi sombra
me avergüenza un poco ahora
pero por fortuna
no hay testigos
de mi cuerpo desolado.
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